El período védico
El Vedismo
Las ideas védicas sobre el más allá
Los cantones védicos creían firmemente en el espíritu que después de la muerte abandona el cuerpo definitivamente, camina por el sendero abierto por los antepasados o padres, los Pitarach, y llega al más alto de los cielos, donde habita Yama, gemelo y esposo de Yami, padres de la humanidad en un remoto mito indoiraniano.
“Fue primero en morir y por ello se convirtió en señor del más allá (…). Escruta el alma humana y juzga a los difuntos; sus mensajeros son el búho y dos perros de cuatro ojos y nariz chata (recuerda al Cancerbero griego), hijo de Sarana (la Noche) y guardianes del sendero de los muertos, a los que a veces amenaza, aunque casi siempre los acojan benéficamente. Yama otorga morada tranquila y serena”.
El difunto cuyo cuerpo era incinerado o inhumado recorría un peligroso sendero hasta que finalmente se hallaba ante el dios Yama, reiniciando una forma de vida y con un nuevo cuerpo. En el Rig-veda (X14, 6, 18) hallamos los siguientes versos:“Avanza, avanza por los antiguos caminos, por donde se fueron nuestros Padres. Verás a los dos reyes gozándose con las ofrendas, a Yama y al dios Varuna. Reúnete, en el más alto cielo, con Yama y con los Antepasados, con el mérito de tus buenas obras. Deja aquí tus pecados, regresa a tu morada, asume lleno de vigor, un nuevo cuerpo”.
Una vez en la otra vida, en el reino del dios Yama -donde la felicidad, la libertad, la belleza y la inmortalidad son sus características notables- el difunto se reúne con su cuerpo en perfecto estado (liberado de la muerte, de las enfermedades, de las taras y de las deformaciones) y lleno de energía, vive entregado a todo tipo de placeres materiales, muy parecidos a los que se dan en esta vida. En el Atharva-veda (VI 120, 3) leemos:“¡Ojalá veamos a nuestros padres, a nuestras madres, a nuestros hijos, en el cielo, donde gozan los benevolentes y los que tuvieron una conducta buena, liberados de las dolencias de sus cuerpos, sin deformaciones, con sus miembros enteros!”.
Asimismo, en los himnos védicos se establece una diferencia entre los que marchan al mundo celeste de los padres, transportados allá por la fuerza purificadora del Agni, el fuego divino que actúa en la cremación de cadáveres, y los que van a las tinieblas o infierno. Así como los virtuosos, según los poetas védicos, son recompensados en la vida futura, es natural suponer que existía alguna morada especial para los individuos viciosos y malvados: “Se les señala relegados a “la oscuridad del abismo” en contraposición a la “blanca luz” a que pasan los virtuosos después de la muerte”. Asimismo, en algunos pasajes védicos se describen los tormentos que aguardan en esta infernal región, en otros se indica quiénes van a ser los inquilinos de estas moradas infernales. No es de extrañar que el creyente ario dirigiera plegarias, oraciones y súplicas a las deidades para evitar la contrariedad que suponía convertirse en inquilino de las lúgubres, tristes y aterradoras moradas infernales. En resumen, estos pueblos descubrieron que había infinidad de motivos de disfrute en esta vida. Esta alegría de vivir, esta concepción optimista y positiva de la vida, palpita en la literatura védica. No resulta raro, pues, que los Vedas contemplen la muerte como algo que ha de posponerse tanto como sea posible. No obstante, este alentador panorama se transformó al ser adoptada en las Upanishad y en el pensamiento hindú posterior la doctrina de la metempsicosis o transmigración de las almas.Sacrificios y rituales
Ante esta situación es fácil comprender, que, en el desarrollo del sacrificio, ceremonia cada vez más solemne y compleja, se pusiera el mayor esmero para que no se cometieran errores.
El Yajur-veda se compone de versos originales y de otros tomados del Rig-veda, con fórmulas en prosa, para que el sacerdote pueda desempeñar sus actividades litúrgicas. Éstas se refieren a los instrumentos del sacrificio, cuya función y valor místicos va gradualmente explicando. El sacrificio se reafirma gracias a este Veda, como algo de gran importancia, medio eficaz para exigir a la deidad una mayor atención a cualquier demanda del sacrificador, ante el cual palidece su ya debilitada potencia, mientras brilla el poder del sacerdote.
Con el transcurso del tiempo, voluminosas obras se sumarán a los Vedas con el fin de explicar hasta el más insignificante detalle del sacrificio. En los Brahmanas, el sacrificio será sometido a una exégesis escrupulosa, estableciendo su valor esencial y su significado justo. Guía de todo lo que se relaciona con el pensamiento religioso, el sacerdote será el árbitro de las instituciones sociales; se elevará a las cúspides más altas de la personalidad humana y acabará personificando el poder divino sobre la tierra. Podemos clasificar los ritos védicos en dos grandes grupos: solemnes (shrauta) y domésticos (grihya).
Todo lo concerniente a sucesos que rebasaban el ámbito doméstico era objeto de mayor solemnidad ritual; hasta los mínimos detalles del ceremonial eran considerados fruto de la revelación (Shurti). Exigían la presencia de varios sacerdotes; los sacrificios tenían lugar ante tres fuegos y el rito podía llegar a durar meses y hasta un año.
Para la ejecución de las ceremonias solemnes se elegía un lugar próximo al domicilio del sacrificador, que variaba según las circunstancias. Diseñado un espacio cuadrangular se hacía una especie de altar, sobre el cual se extendía una alfombra de verde hierba, en el que, a modo de mullido asiento, se sentaban las divinidades para gozar de las ofrendas. Estas consistían en manteca, leche, arroz, cebada, a veces trozos de una víctima animal.
Muy próximos al “altar” se instalaban los tres fuegos, en puntos cardinales diferentes.